martes, marzo 01, 2011

De cañas

Como siempre llegé tarde a la cita. "Siempre hablamos de mí , y tú ¿como estas? preguntó ella, sentados en la terraza del bar. "Yo estoy bien, como siempre, no hay mucho que contar". Me sentía incomodo hablar de mí. Era la tercera cerveza, las farolas de la plaza comenzaron a iluminar, mientras las sombras jugaban con las luces artificiales. Su pelo, ahora, parecía pelirrojo. "¿Que estoy haciendo aquí?, me preguntaba. Tampoco es que tubiese algo que hacer.
Me dejé deslizar hacia la oscuridad de la noche, en su compañia, mientras que eludía sus preguntas,haciendo que ella me hablara. Me gustaba la plaza, era pequeña y me sentía relajado, recuerdo que había naranjos, naranjos en flor. Yo escuchaba atento, observaba su rostro, sus facciones, sus expresiones, sus rictus, el movimiento de sus manos. "no parece que tiene veinte años, parece mayor" pensaba. A medida que ella hablaba de sí misma, notaba cómo sus palabras se alejaban de sus gestos. Llegó un momento que parecía que escuchaba a dos personas distintas.
Entonces fué cuando me invadió un sentimiento extraño. Estaba delante de una persona desconocída, dándole vueltas a la misma idea, sin noción de continuidad, comenzó a repetir cosas que ya había escuchado al principio de la conversación, pero con otras palabras .Quería darle un giro a la conversación, pero no podía, era demasiado tarde. Ella no me escuchaba.
Y yo no sabía que hacer.
Sentía como si hubiesemos llegado al límite en donde nuestros caminos se bifurcan; ni yó la entendía ni ella me entendía.
Quizás fuese el cansancio, quizás nuestras propias limitaciones. Todo se precipitó.
Al final ella pidió la cuenta "es muy tarde ya" dijo.
Subimos al coche y la acompañe a su casa, habia buenas palabras y sonrisas por parte de ambos, antes de la despedida.
Y nos dijimos adiós...